Poema.

La amante siempre buscaba las manos de él,

esas manos de hombre, fuertes, necesarias, y receptoras.

En su viaje, la amante recurría a tocarlas, besarlas, acariciarlas,

esa manos que dicen tanto, que hacen tanto.

En su búsqueda, crea expectativas, busca consuelo y ansia volar,

gracias a esa manos.

El se siente perplejo y rechaza, pero luego se da cuenta y le duele.

Ella, la amante, se ha cohibido.

Se siente hundida, pero hace como si no hubiera pasado nada.

Las manos, nuestras manos, son nosotros, lo transmiten todo, es el tacto,

ese sentido material, visceral y formidable.

No se encontraron los amantes en esas manos, lastima,

porque todo había sido perfecto.

Deja un comentario