lux, luz, lux; lux en latín

A riesgo de que no consiga escribir mis 700 palabras aproximadamente inicio ahora mismo, un tanto cansada, la aventura de ir descubriendo mis personales secretos en el personal disco de Rosalía. El otro dia el miércoles pude como Broncano escuchar Lux viajando en tren por la meseta castellana y fue una gran experiencia, venia de Albacete, el disco duraba más que el viaje, pero da igual el tiempo musical en esa situación fue suficiente para que se abrieran aún más horizontes en mi mente, con respecto a la música que escucho. Dicen de Rosalía que es tremendamente trabajadora y Björn colaboro con ella si ya no había más motomami.

Estoy moviéndome hoy con las dos primeras canciones, aunque debería hacerlo por movimientos que es como Rosalía ha dividido su obra en cuatro movimientos, el primero seria las cinco primeras canciones.

Pues bien, comienza Sexo, violencia y llantas… es sin duda una de las más bonitas declaraciones de intenciones que se pueden hacer, amor, amar al mundo, amar a dios. Le da consistencia desde el principio al concepto cielo, como algo que existe aunque sea así cogido con apenas las yemas de los dedos, subidas, bajadas, violines, nos empieza haciendo un recorrido por el mundo, que afortunada Rosalía de conocer todos esos lugares, grandes ciudades, con lo que conlleva de humanidad como tal entendida como dura y esperanzadora, “yo siempre doy mi corazón”, eso pocas personas pueden decirlo, “la pureza está en mí, no soy una santa, pero estoy blessed”, o bendecido o bendecida. El final de esta canción es más ambiguo, “ese no tiene mi perdón”, supongo que hay que ponerlo en contexto y analizarlo.

Rosalía estos días, promocionando su disco ha llevado un vestuario muy especial, solo dos colores blanco y negro, especialmente blanco… aunque con sus cazadoras de ciudad y eso y calzados ese de los jóvenes. Creo que eso también está muy cuidado. Es valiente el disco porque no ha dejado espacio a grises, de ahí esos arranques musicales, que te elevan al cielo o bien te hunden sin remisión en lo más profundo de la tierra.

Esta tarde la he oído hablar, últimamente está en todas partes, decía o he creído entender que es consciente, Rosalía, que no va a estar para siempre, que es este momento solo, que, aunque lo quisiera mucho no va a estar inmortal, y por lo cual hay que aprovechar la ocasión y vivir con pasión, pero también reflexión. Mas o menos era eso, aunque yo también he añadido de mi cosecha bastante.

Yo pensaba que lo que me pasaba a mí era que echaba de menos la juventud, pero no… creo que esa reflexión de Rosalía ha dado en la llaga, el problema es que ya no estaré aquí otra vez, y ese vacío que se produce da vértigo y asusta e incluso da tristeza. Pero todos vivimos y vivimos con palabras mayores me atrevo a escribirlo, con eso, con esas sensaciones.

Yo llevo ya unos cuantos años intensos, de reclutamiento en mí misma, de exilio de la sociedad, no sé si eso me ha acercado a dios, pero si a la pureza y a la bondad, y como no a la amabilidad. A Rosalía no creo que le haya pasado eso, ella su transformación ha sido a golpe de grandes ciudades, amores vacíos y el hacerse mayor y madurar; y fijaros su magnífico trabajo, no me cansare de decirlo una obra de arte. Ya después da igual lo que haga después de haber hecho este disco, Lux, tiene el premio ganado, el del público y el de la faena bien hecha y la autenticidad.

Sigo escuchándolo, sus reminiscencias flamencas son envolventes y apuestan por sorprender, mientras que la orquesta le da grandeza, todo junto, junto a su voz tan plástica y envolvente y con tintes de inocencia, nos trasladan a ese mundo divino, que ella se ha creado para disfrute de todo, porque ella no se guarda nada, todo lo da hasta el corazón. Hay cosas en este mundo, en mi vida, que nunca me arrepentiré de que haberlas vivido y justo en el momento en que me pasaron, y este disco, estas canciones, esta luz musical, esta voz encantadora, este viaje iniciático de la artista, este sutil contacto con lo celeste (tan lejos, tan cerca), los colores que transmite, el calor de su esencia, la libertad que transmite, no, no me arrepiento de tenerlas en mi vida en este momento. Ni nunca.

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